El comienzo
Anochecía en los acantilados…
…y el chico pelirrojo, sentado en uno de los miradores, pensaba sobre lo qué sería su vida a partir de ese momento. Todo cuanto tenía había desaparecido. Los únicos recuerdos que había conseguido salvar no eran más que despojos. Estaba solo, tan solo como nunca lo había estado y ni siquiera sabía cómo iba a ser capaz de sobrevivir.
Se levantó y amarró la faltriquera al cinto. Sacó una pequeña bolsita atada con un cordón de terciopelo granate y vació su contenido en la palma de la mano. Sólo cinco oros. Cinco oros que serían suficientes para tener techo y cena caliente unas cuantas noches y quizás, si era capaz de regatear, podría hasta bañarse.
Miró el angosto camino de tierra que llevaba hacia el interior y comenzó a andar.
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